martes, 16 de febrero de 2010

Creatividad

La creatividad. En muchos casos considerada el talento más escaso de todos. Enaltecida por algunos pensadores como una de las características más relevantes del hombre. Elemento clave de toda gran invención. Esencia de la producción artística. Motor de la historia de la humanidad. Chispa del detonante de la soluciones a muchos problemas. E incluso un buen chiste muchas veces llega a ser gracias al impulso creativo de alguien que de alguna u otra manera canalizó esa creatividad hacia una dirección específica. Valdría entonces preguntarse: ¿Es esta habilidad estimulada debidamente?

Basta con ver a nuestro alrededor para notar que lo que hemos vivido los últimos diez años se debe enormemente a una falta de creatividad, o a no poner la misma en práctica. Y es que no hay que ser un experto en la materia para preguntarse porqué no se han desarrollado estudios específicos orientados a poner a la luz que conceptos, propuestas y personajes rivalizarían de forma decisiva contra lo que tanto daño le ha hecho a la nación. ¿Es que no existe el talento creativo que engendre lo que tanto pareciese hacer falta, o es que aquellos que quizá tengan una que otra idea no están ni siquiera cerca de aquellos cuya voluntad termina por imponerse? Y de ser así, ¿qué estimulo pueden tener esos creativos de seguir produciendo cuando tienen la certeza de que sus ideas permanecerán siendo solo ideas?

Cuando Sir Ken Robinson y Larry Lessig de alguna manera reflejan lo que consideran está opacando la creatividad, realmente se refieren a la creatividad como un todo. Más que señalar que cada vez hay menos creativos en un área específica uno de ellos llega a una interesante conclusión en torno a como la forma en que la educación está estructurada a nivel mundial, sin excepciones, termina por aniquilar el potencial creativo que pueda existir. Sin embargo, ¿a que conclusión podríamos llegar si nos preguntáramos acerca de la creatividad y el mercadeo?

Ciertamente, en algunas instancias pareciera, de alguna manera, repetirse el esquema plantea Sir Ken Robinson. “Jefe tengo un buena idea”, le dice un asistente a su supervisor, y éste le contesta: “Imbecil yo quiero resultados para ya, no para dentro de cinco años”. Así, lo anterior describe una situación que de alguna u otra forma se repite con frecuencia, lo que termina por supuesto en un efecto totalmente contrario a motivar la creatividad. Alguien con una esencia creativa seguramente terminaría por asegurar su permanencia en el puesto que tiene antes de proponer algo que eventualmente tenga éxito ya cuando la empresa haya decidido despedirle por no haber producido de manera inmediata una serie de resultados en correspondencia a unos objetivos que se logran de una forma más tradicional, conocida por todos, y que nada tienen que ver con la innovación.¿Adónde va a parar entonces todo aquello que podría conllevar al desarrollo de un producto novísimo, o a la implementación de una estrategia innovadora? La respuesta será casi siempre la misma y la gran víctima será en este caso la creatividad.

Si diésemos un paso hacia lo pertinente a la publicidad, seguro estaríamos de acuerdo en que la creatividad fluye con mucho más fervor. Desde la música del jingle de radio hasta los escenarios más rebuscados en un comercial TV. Aún así, existen ciertos agentes limitantes, y es que al target del producto X no le gusta todo tipo de música. Y la situación más creativa puede no corresponderse a las emociones a las que se busca apelar en un comercial para un producto determinado. Por lo que nos terminamos por encontrar con un entorno en el que ciertamente se promueve la creatividad, pero en donde la misma debe estar estrictamente canalizada a través de un cauce que conduzca al logro de unos objetivos por demás definidos. Por otra parte, hay productos, que a saber, se venden en nuestra cultura a través del sexo y la explotación de la imagen femenina. En ese caso, un creativo realmente tiene poco espacio para crear, pues el resultado de su esfuerzo siempre tendrá una órbita cuyo eje es constantemente el mismo.

“Tiempos difíciles para los soñadores” comenta un personaje de la película Amelie. No cabe duda de que estaba en lo cierto. En principio no se estimula la creatividad. Si el impulso creativo de la persona sobrevive ese proceso de involución, la persona por lo general llegará a un entorno en que lo que le quede de ese talento no le sirva para nada. Y de tener la suerte conseguir una labor de carácter creativo, su trabajo tendrá que alinearse siempre a una serie de pautas que sirven de riendas a su imaginación. Ni siquiera los grupos de música más alternativos se salvan de esto. Pues en cada disco siempre deben producir al menos una canción para transmitir por radio, y esto implica regirse por unas pautas.

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